8.26.2010

La sombra del taxista-fotógrafo

¿Cuántas historias urbanas ha escuchado usted a bordo de un taxi? Por lo menos diez choferes, en tantos años de vivir en esta ciudad monstruo del D.F., me han dicho que ya tienen el título de un libro, el libro mismo, o la costumbre de grabar cada noche sus vivencias. Lo que nunca había visto era un taxista-fotógrafo autodidacta como Fernando Gómez, regiomontano que ha expuesto no sólo en Monterrey (Centro de las Artes y la Fototeca de Nuevo León), sino en España (Festival PhotoEspaña y Fotoencuentros). En 2004 comenzó a dedicarse al taxi y a la fotografía urbana simultáneamente: cuando se quedó sin trabajo rentó un taxi y compró una Canon “para poder contar historias arriba del taxi”. En una entrevista publicada en este diario hace un año, Gómez dijo que “quería retratar todo lo que veía, desde una pareja besándose en el asiento de atrás, un travesti, un borracho, hasta campesinos y obreros de la ciudad, gente común y corriente. En esa época mi bebé recién nacido falleció y yo me dediqué a trabajar. Ahora mi sueño es comprar mi taxi para hacer mi fotografía”.


El beso
El beso Fernando Gómez
Mantenimiento
Mantenimiento
El día que decidí titular mis fotos
El día que decidí titular mis fotos



Su taxi es su estudio y desde ahí registra todo. Su bautizo como autor lo realizó él mismo con una imagen donde un taxi de cuatro puertas viaja, en sentido contrario al suyo por una calle desierta. Hay un incendio y una densa humareda avanza desde un baldío hacia el auto. Es “el día que decidí titular mis fotos”. Sus títulos son tan importantes como sus composiciones complejas porque no se limitan a representar la realidad. “Acostumbrados a la muerte”, es el retrato de un perro atropellado; “Premonición del verano” muestra a unos pajarracos negros posados sobre una portería de llano; “El divorcio” es un bache urbano enlodado y con forma de corazón; “Los dos taxis” nos presenta a un burro cargado con ladrillos frente a un taxi; “El ratero honrado” es la foto de un pasajero que carga un montón de ratas cazadas por él mismo; “Gratis” es la visión de los muslos de una muchacha con minifalda sentada a su lado en el taxi; “La mujer que entrega su corazón” muestra el tatuaje en el escote de una mujer vestida de negro; “A la venta” nombra la imagen de un perro callejero a quien alguien pintó con rojo un signo de pesos y el número 100. Y hay una fotografía de corte más abstracto, digamos, cuyo título es sencillamente “La sombra del taxista anda por la ciudad”. Y se permite, incluso, comentar el arte contemporáneo con la foto “Gabriel Orozco” (búsquese en http://www.fotografiamonterrey.com/artist.php?usercode=224256).

Con frecuencia acompaña sus imágenes con algo de microhistoria. “Los pies de la anciana que no tenía acta de nacimiento” es una crónica sobre cómo golpea la miseria en su natal Nuevo León. “Círculo sin fin”, un caserío miserable donde la gente anda desnuda, suscitó una discusión sobre cómo tratan a las sirvientas los “patrones” de origen humilde que ya “arriba” manifiestan su racismo. Los internautas hablaron de los nuevos esclavos sin derecho a seguro médico. Alguno mencionó a un jefe capaz gestionar este derecho para su sirvienta y ejercer el maltrato sobre el personal de su empresa: una esquizofrenia de lo más bienpensante. “Muerto viviente” es el indigente desnudo del pubis para arriba, de pie con los ojos cerrados en un escenario urbano. 

Gómez vivió miserias en la infancia y su obra está atravesada por la denuncia social desde la poesía de su mirada y de su técnica para inyectar pigmentos y el sentido lúdico e irónico de cada imagen. También, y con mucha frecuencia, este artista retrata situaciones festivas como en “La entrevista”, donde un personaje urbano de Monterrey, el señor obeso que perdió 250 kilos, dialoga con una esbelta reportera. Para finalizar cito la siguiente declaración del artista (tomada de la red): “Veo que alguna gente, gracias a Dios la menos, señala que soy taxista como si fuera un defecto. Otros señalan que no escribo bien o no tengo estudios. Otros ven con asco la pobreza y lo curioso es que vienen ellos, ay, de padres que lavaron ropa, trabajos humildes que ellos ahora razonan humillantes […]. A mí verme en la gente que retrato, ver mi origen como en un espejo, no me da ni la más mínima incomodidad, y menos ser taxista, por que de ahí vengo. Antes me da mucho orgullo ver a gente humilde “disfrazada” de “otro nivel” que hoy se ve en mí como en un espejo y se activa en su repulsión a su pasado”. 

Magali Tercero • http://magalitercero.arteven.com


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