5.04.2011

UNA DÉCADA DIBUJANDO CON LUZ



Hermes Quetzalcoatl


De acuerdo con la mitología griega Hermes, el de los pies emplumados, era el acompañante de las almas al infierno. Según los mitos prehispánicos Quetzalcoatl es la serpiente emplumada, deidad que los aztecas relacionaban con la inteligencia y el viento. Hermes Quetzalcoatl es, de acuerdo con la leyenda urbana de nuestros días, un fotógrafo alado que a merced del viento sigue dejándose cautivar por las almas, ésas que le salen al paso y de las cuales, con una visión que responde a su inteligencia, extrae instantes luminosos que construyen leyendas contemporáneas de nuestra ciudad.

Un regalo de su padre detona, sin quererlo, su gusto por lo visual. A los seis años este hombre de nombre mitológico tiene su primera cámara y  prefiere gastar sus “domingos” en rollos de película y en el revelado, en lugar de dulces o pelotas. Siendo un adolescente su mirada se embelesa más con los cestos de basura que con los lugares turísticos.


Pero su principal interés se ha enfocado en lo humano, ahí donde residen las almas y la inteligencia se manifiesta. Y de lo humano, la ciudad, esa especie de infierno seductor donde anida la imperfección: el tullido, la pobreza, el ritual y la fe deformadas y la endeble belleza fabricada con la ilusión.

Como un auténtico veedor  de lo que a su alrededor ocurre  también se ata a la contemplación de otras provincias, y ya sea aquí o allá, su mirada pende de las nubes, esas maravillosas según Baudelaire,  y ahí su ojos se columpian parsimoniosamente mientras la luz nace las sombras, las dimensiones, el volumen, la imagen.

En un breve recuento, tras una década de andar, esta selección de más de veinte fotografías cuentan una historia de luz, una leyenda urbana en la que dioses de carne y hueso viven, sobreviven, mueren y de vez en cuando, por qué no, ríen.

Así, Hermes Quetzalcoatl ha comenzado, a penas, a escribir su propia leyenda, su propio mito y las plumas luminosas, claro, que le han de adornar, todo desde la pequeña ventana de la que ya es parte de su alma: la cámara fotográfica.



Anasella Acosta

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